El sérum se caracteriza por presentar una textura ligera, nada grasienta y que se absorbe al instante, a diferencia de la crema que, al ser más espesa, necesita un poco más de tiempo para que la piel la absorba bien. Esto significa dos cosas: comodidad (no corres el riesgo de que el producto quede más en el cuello de tu blusa que en tu piel) y efectividad.
Además de estas ventajas, los productos tipo sérum tienen una altísima concentración de activos, con lo que consiguen llegar a las capas más profundas de la piel, donde las cremas no alcanzan por tener menor penetración. Pero mucho cuidado con una diferencia fundamental: el sérum tiene activos muy concentrados, pero no hidrata. Por eso, cualquier tratamiento con sérum tiene que estar complementado por la crema.
Por ejemplo, el sérum Intensive de la línea Eternal se complementa con dos cremas, la Eternal cream y la Eternal icy eye cream. De igual modo, la línea Platinum de Skeyndor, especial para las pieles que muestran más signos de fatiga y estrés, se apoya en dos pilares. Por un lado, el sérum que ayuda a incrementar las reservas de energía de la piel y por otro la crema, destinada a mantener la arquitectura y firmeza de la dermis.
Tanto el sérum como la crema pueden aplicarse por la mañana o por la noche o en ambas ocasiones. Eso sí primero hay que ponerse el sérum, porque su absorción es más rápida y permite que luego uno se ponga la crema sin quedarse pringado. Además, normalmente los sérums carecen de fragancia, así que, con la aplicación de la crema a posteriori, ¡oleremos mejor!
En resumen: el sérum es un cosmético que se utiliza para complementar tratamientos, para que el activo penetre profunda y rápidamente. Después, la crema da el toque de hidratación y frescor. Aunque los milagros no existen, el sérum siempre ayudará a maximizar los efectos de los tratamientos, logrando por ejemplo corregir mejor el envejecimiento prematuro. Así que ¡pregunta a tu esteticien y prueba el que más te convenga!
FUENTE: BLOG DE SKEYNDOR
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